lunes, 29 de junio de 2020

Ciclos de Teatro en Pequeño Formato en Quillota. Cuando se pone al público en primer lugar.


Toda iniciativa parte de una idea y en algunas ocasiones, esas ideas son consecuencia de identificar una necesidad social o filosófica relacionada con la contingencia y que en el caso del teatro, responde a intuiciones que descubren posibilidades, dan acción concreta a decisiones nuevas no enmarcadas solamente en el plano de lo creativo y que terminan marcando un "antes" y un "después" de algo específico.

En relación con los  Ciclos de Teatro en Pequeño Formato que se realizaron en la desaparecida Casa de la Cultura de Quillota, su ejecución partió al reconocer una comuna instalada en la zona central del país y muy cercana a dos urbes de gran capital creativa profesional como Valparaíso y Santiago, pero que no contaba con un puente de gestión que aprovechara esas posibilidades para tener una cartelera más atractiva en comparación a las escasas funciones itinerantes apoyadas por los Fondos de Cultura año a año.

                             

(Imposible dejar de decir que mientras empezó la realización de los ciclos de teatro, aumentaron también las obras que empezaron a llegar por ese tipo de financiamiento a Quillota, tanto al Teatro Municipal Diego Portales como a la Plaza de Quillota.)


Ofrecer una cartelera teatral para el público quillotano no parecía una necesidad para la comunidad, pero la vuelta de tuerca a ese juicio basado en números y opiniones no cuantificadas era bastante obvia, viéndolo desde esta nueva década y de experiencias cercanas a la formación de públicos. 


¿Cómo la población de Quillota va a saber si le gusta el teatro, va a optar a elegir dentro de una cartelera o va a formarse una opinión sobre él si nunca ha tenido la opción de asistir, elegir, experimentar y exigir bajo la dinámica de pagar por él?



Uno de los pilares de la realización de los ciclos era el pago por la asistencia, la adhesión para ser parte de la experiencia. No sujeto a la gratuidad, al asistencialismo estatal, a la buena voluntad de los artistas. En parámetros enmarcados a la realidad económica en una consideración de la gestión inicial, a precios bajos y en la planificación de soluciones para los gastos de producción desde el soporte municipal (Otra mecánica administrativa que debía solucionarse para poder hacerlo exitósamente.) las breves temporadas de funciones contaban con un costo económico accesible y una mecánica de difusión y apoyo institucional importante.

El proceso fue aumentando en fuerza e impacto de edición en edición, contando con una respuesta en convocatoria inesperada desde las compañías de Valparaíso y de Santiago, sumado también al espacio de muestra con la que empezaron a contar las compañías de la provincia. Pero tan importante como eso, fue la respuesta que tuvo el público de la comuna. Los fríos números cuantitativos y las cálidas opiniones cualitativas mostraban números y letras azules que en sí mismo traían todos los colores del arcoiris consigo. Y junto con esa respuesta, la creación de una necesidad que se consolidó como el primer paso de un proceso de formación de públicos en la comuna.

En una pequeña sala con un tope de cuarenta asistentes, en donde el escenario funcionaba de acuerdo a las soluciones que las compañías encontraban al instalarse, previo aviso desde la coordinación del ciclo, los quillotanos y vecinos de otras comunas comenzaron a avenir en un número cercano a las diez personas. Desde la segunda edición ese número fue en aumento constante hasta llegar a la tercera temporada con una sala con lleno absoluto, manteniéndose así prácticamente en todas sus ediciones y funciones posteriores.

Empezó Quillota a ser parte del circuito teatral de la región. Y del país.

El nombre del Ciclo de Teatro en Pequeño Formato se hizo ubicable en festivales, salas y compañías. La comuna empezó a aparecer en las carteleras escritas y virtuales en plataformas de Valparaíso y Santiago, como referente de registro para compañías profesionales y en un interesante punto de prueba con públicos en formación para sus montajes. Eso sin mencionar el apoyo semanal de los medios locales que dieron espacio a la programación de cada ciclo en sus periódicos y programas radiales.

                           

Sin lugar a dudas, la experiencia tuvo resultados positivos desde muchos puntos de vista. Lo que tuvo como consecuencia que al iniciar las actividades en el Teatro Rodolfo Bravo del Centro Cultural, las compañías programadas en el primer ciclo desde el verano del 2018 tuvieran una muy buena asistencia, fenómeno sorpresivo para locales y foráneos que no fueron testigos del proceso iniciado hace años atrás. Esto también da cuenta que todo proceso requiere tiempo y constancia, una fórmula que garantiza el éxito siempre que sea llevado adelante por inquietudes intelectuales y el respeto por el territorio.




¿Qué fue lo que dejó esta experiencia programática?

En relación con la gestión cultural, la prueba concreta de que aprovechando las posibilidades que ofrece la geografía y los medios actuales, Quillota puede ser un escenario tanto de recepción de montajes profesionales como de aprendizaje para los públicos de la zona. Que la carencia de espacios de muestra no responde solamente a la solución de infraestructuras básicas, sino también a los objetivos en común de cierto grupo de teatristas nacionales en donde la complicidad desde lo precario nos lleva a trabajar asociativamente, en red, lejos de la mezquindad de la competencia ni de modelos de competencia.


Que los modelos clásicos de representación (Algo para nada nuevo para quienes viven y desarrollan en las urbes mencionadas) no son imperativos para llevar adelante procesos creativos ni motivo para aislar a grupos humanos del acceso a la cultura, tomando también el ejemplo de los Encuentro Internacionales de Teatro de Achupallas gestados por el Colectivo La Mandrágora.

La vinculación. Un enlace emotivo que trascendió tres capas diferentes desde el público, la gestión y las compañías que fueron parte de las temporadas a lo largo de seis años y que permiten que ahora, incluso con la pandemia encima,  saber que a través de las redes virtuales y en un próximo retorno a las funciones presenciales se cuenta con una público cautivo pendiente de lo que los creadores nacionales les ofrece.

No es posible dejar de mencionar a las compañías, actrices, actores, diseñadores, músicos que desde el año 2010 tuvieron la disposición e interés en hacer de Quillota, parte de su experiencia con las obras creadas. A .todos ellos, muchas gracias por ser parte de esta potente iniciativa





Compañía de Teatro Tespis de La Calera.
Teatro Virgen de Valparaíso.
Teatro La Impopulárica de Valparaíso.
Newén, Teatro Animé de Santiago.
Taller de Teatro de la Casa de la Cultura de Quillota.

Teatro Trío de Valparaíso.
Teatro Estrella Solitaria de Quillota.
Teatro Provincia de Valparaíso.
Teatro del Hombre Solo de San Antonio.
Crismau Teatro de La Calera.

Teatro La Peste de Valparaíso.
Colectivo Motín de Valparaíso.
Compañía Los 4 Notables de Valparaíso.
Teatro Trebolar de Valparaíso / Quillota.
La Lengua del Esperpento de Valparaíso.
Teatro Descalzas de Valparaíso.
Compañía La Mala Ignorancia de Vaparaíso.
Compañía Teatropikal de Valparaíso.
Teatro La Musa de Valparaíso.
Teatro del Ocaso de Valparaíso.
Compañía Cadáver Exquisito de Valparaíso.
Teatro Pop de San Antonio.
La Familia Teatro de Santiago.

Centro Cepa / Teatro de Fuego de Valparaíso.
Pirca Teatro de Valparaíso.
Víctor Hugo Ogaz, unipersonal desde Santiago.
Rocío Rodríguez, unipersonal desde Viña del Mar.
Bayku Teatro desde Santiago.
Alumbra Creando Cuentacuentos de Valparaíso.
Colectivo Teatral La Iimaginaria de Quillota.
Teatro El Punto G de Valparaíso.
Los Cuentos de la Tía Sol de La Calera.
Teatro Solo Dos de Valparaíso.
La Buena Compañía de Santiago
Cierro esta publicación dejando el link de Teatro en Una Canción, proyecto de registro audiovisual del actor, director y docente Andrés Hernández, en donde comento hace años atrás sobre el Ciclo de Teatro en Pequeño Formato.

https://vimeo.com/164912675


                                 

Registro: La mayoría de las imágenes son de Giovanni Rovagna, profesional quillotano.












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