sábado, 4 de julio de 2020

Nuestros padres tenían razón. (O la precaria sobrevivencia del obrero artista)



Una anécdota recurrente  cuando se conversa entre artistas de diferentes disciplinas, sea en un encuentro social o una entrevista, es el conflicto familiar en la época de la adolescencia  y juventud  sobre la vocación elegida. Aunque hay muchos ejemplos que puedan dar espacio al error de esta aseveración, lo cierto es que cuando un niño o una joven manifiestan en su casa que les interesa estudiar y trabajar siendo artistas, lo primero que reciben es un gesto de preocupación  y un silencio resignado por parte de los adultos.

"¿Y si estudia otra cosa, mejor?"

Y si se tiene la suerte de tener madres, abuelos o tíos que se declaren felices con esa decisión, en ese árbol de tantas ramas que es la familia, quien apoye a la soñadora o el soñador ingenuo tendrá la desventaja del número obligándose a defender su opinión y el derecho a elegir a esa tozuda rama que empieza  a despegarse del tronco central.

¿Sabían ellos desde antes que este país sería tan ingrato con sus propios artistas? ¿Había alguna evidencia anticipada de que llegaría el día en que el estado omnipresente, plurifuncional y expansivo los dejaría encerrados en una situación  de mano atadas y de sobrevivencia indigna?

Hay una unidad que se trabaja en lenguaje durante la enseñanza media en donde se habla sobre los artistas callejeros que sobrevivían en los tiempos en que Europa era dominada por el feudalismo; los cantores, juglares que por limosna entretenían a la gente creando canciones, heredando cuentos y viajando de pueblo en pueblo, de lengua en lengua. De esa realidad se pasa a la precariedad social de los trabajadores del teatro isabelino, tendiendo también otros referentes más modernos de compositores, pintores y dramaturgos que terminaron sus días en la pobreza absoluta y con reconocimiento tardío a sus obras.

Parte del afiche de la obra "Malentendido" de Teatro El Huésped (2003) hecho por Cristián Mayorga.

Es decir, nuestros abuelos, padres y nosotros mismos pasamos por el sistema educacional nacional conociendo de estos casos.

Y a eso se suma la experiencia directa y personal de cada familia, donde han visto caer a actores de televisión, suicidarse a compositores nacionales reconocidos y músicos cayendo en el alcohol y la droga. Ejemplos que la prensa aprovecha de exprimir para vender sus publicaciones.

Viendo todas estas circunstancias, lo único que puedo sacar en conclusión hasta ahora respecto a la actual situación de los artistas independientes con la pandemia del Coronavirus encima, es que las autoridades y administradores de gobierno, que deben haber estudiado en colegios más caros que nosotros, en circunstancias mejores que nosotros, con experiencias diametralmente diferentes que nosotros, también pasaron esas unidades en lenguaje e historia donde se mencionaba la pobreza y desamparo que tenía la mayoría de los artistas a nivel mundial al paso de la historia. Y lo encontraron bien. Lo guardaron en su cabeza como un estado que es propio y normal para "ellos, los artistas".

No me refiero a quienes trabajan como técnicos o gestores en el ministerio ni a quienes han intentado buscar soluciones dentro del sistema actualmente; ellos están amarrados a una estructura que de forma piramidal decide desde lo alto con cuanto pueden trabajar y los límites para poder operar. Me refiero a quienes deciden desde la elección popular, a los senadores y diputados, a los responsables de impulsar proyectos ministeriales, a los tecnócratas, a quienes ejecutan roles administrativos de decisión presupuestaria en intendencias y estamentos presidenciales. Son ellos los que desconocen cómo funciona el "mercado" de las artes y la realidad laboral de los músicos que no son famosos, los pintores que no son famosos, las poetisas que no son famosas, los artesanos que no son famosos, las folcloristas que no son famosas, los diseñadores que no son famosos. Y uso ese adjetivo, entendiendo que de "los famosos" tampoco se puede dar garantía que tengan capacidad económica para sobrevivir sin una política de apoyo a los creadores nacionales. Salvo contados casos, incluso los reconocidos rostros que trabajan en los medios de comunicación pueden encontrarse con proyectos frustrados, suspendidos y aplazados. Otra falacia con la que el gremio artístico debe convivir en nuestro querido país.



En Chile hay grupos y personas individuales que viven de su trabajo creativo. Realizan presentaciones, venden conciertos, cobran funciones, dan clases, arman talleres, consiguen exponer y sacar una retribución económica.  Son trabajadores independientes que pagan su I.V.A y cumplen con sus imposiciones. No son mediáticos pero son constantes, dan valor agregado a su comunidad y en este momento han sido lanzados al mar con un bote de plástico, sin velas, sin linternas y con un palillo de tejer como remo a mitad de la noche con el cielo sin estrellas.

Y hay gente que opina que es un castigo lógico después de haber tenido la osadía de apoyar las manifestaciones de octubre contra el capitán del barco.

Viendo la forma en que los artistas independientes han sido postergados de las discusiones y decisiones para sobrevivir un estado de excepción como el actual, es lo que se me ha venido a la cabeza.
 
Sabiendo que en menos de un mes se acabó el dinero de la línea con más demanda en los fondos de emergencia (donde había que postular, competir, adelantarse al otro como la hiena que llega primero a comer el cadáver sobre el pasto) es lo único que puedo concluir en este momento.
 
Nuestros padres tenían razón.
Debimos pensarlo mejor, de forma más racional y con proyección de futuro. Si ya sabíamos que sería difícil, de alguna forma ellos eran avisados por el miedo de que siempre puede ser peor.

En Chile, todo puede ser peor.

No sabían que tanta razón tenían.





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