sábado, 11 de julio de 2020

Ministra de Cultura. Esclava de la política neoliberal de los mejores.

Estando en el colegio durante la primera mitad de la década del noventa, en la pugna de las elecciones presidenciales para elegir al sucesor de Patricio Aylwin, la alianza de derecha presentó como candidato presidencial a Arturo Alessandri Besa. En su producida franja electoral que incluyó cóvers de canciones gringas y mensajes de esperanza, tan potentes que incluso a mí me provocaron efectivos momentos de temblor emocional (era un adolescente ingenuo de las artimañas del mundo de los adultos) empezaron a repetirse los nombres de antecesores familiares políticos que habían ostentado el puesto de presidente de la nación en décadas anteriores; Arturo Alessandri Palma y Jorge Alessandri Rodríguez.

"Yo nací en La Moneda, crecí en La Moneda, y ahí aprendí algo fundamental..." Todavía me acuerdo, qué terrible.

Como adolescente inquieto del movimiento político de los últimos años en el país, viviendo la campaña del No, enterándome de la dictadura que era invisible a mi cotidiana existencia en Quillota, enterándome por mi padre del asesinato de Víctor Jara; comencé a buscar información sobre esos referentes que aparecían en los libros de historia y dejaban tan bien parados a semejantes figuras que se asemejaban a la dinastía Kennedy en norteamérica.


              Cuadro alusivo a  Juglares del medioevo. Cantaban por limosnas o comida.

Es aquí donde supe que en esos años surgió una frase alusiva a la administración de Jorge Alessandri entre 1958 y 1964. "El Gobierno de los Gerentes", frase que dejaba entender que la capacidad de decisión, trabajo y experiencia que los ministros elegidos por el presidente tenían, daban  total garantía de que sus programas y proyectos al servicio de la patriota república nacional aseguraban un glorioso futuro de progreso. No eran cargos de políticos inútiles ni cuotas de repartición de poder. Eran personas (Hombres en su mayoría) con capacidad de decisión dentro de sus áreas de expertiz, con la confianza de quien los elegía para el puesto, con la validación suficiente para establecer un diálogo hacia la presidencia y hacia los trabajadores.

Esa era la imagen que se quería dar en los años sesenta.

La derecha ha intentado mantener esa imagen de efectividad y experiencia laboral desde el mundo empresarial, instalando en el imaginario de la población que en lo que respecta a decisiones de economía, administración y finanzas, ellos son los que saben. De ahí que en los últimos años también conocimos el concepto del "Gobierno de los mejores" (Emoticón de ironía)

Y es aquí donde quiero poner el punto respecto al título de esta publicación, ya que con las extremas circunstancias de emergencia en las que se encuentra el mundo de las artes del país (No diferente a lo que ocurre en todo el mundo a causa de la pandemia del Coronavirus) la figura de la Ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio ha sido maltratada y ocupada como piedra de tope para la recepción de reclamos gremiales, con cuestionamientos a decisiones políticas, dando evidencia de la precariedad de su propio cargo y el poco apoyo con el que cuenta en a estructura de gobierno.

Y no me refiero a los comentarios y solicitudes que recibe del mundo artístico nacional.

No.

Me refiero al inútil rol  que el gobierno le ha hecho desempeñar en su cargo administrativo.

La Ministra Consuelo Valdés es una mujer que no debe dar pruebas sobre sus conocimientos en cultura, cuenta con un currículum poderoso y un gran reconocimiento desde el mundo de la gestión cultural. De más está el enumerar los aportes y logros realizados en su carrera académica y de administración pública. Incluso, siendo nombrada en su cargo en un gobierno de derecha y emparentada familiarmente con ese árbol genealógico que es el que más causa cuestionamiento y aversión desde el mundo de las artes a la política actual (Piñera - Chadwick), la respuesta general desde las bases fue de cautela y de reserva a lo que fuera su trabajo como ministra. Su presencia en esta figura administrativa no causó rechazo ni conflicto en una primera etapa.

Entonces, al contar con una ministra elegida para llevar adelante los nuevos proyectos y programas desde el MINCAP con los artistas locales, entendiendo la valorización de su experiencia y trabajo en terreno, su manejo comunicacional y su conocimiento del mundo de la cultura nacional. ¿Por qué el gobierno la somete a un funcionamiento de reacciones tardías, burocracia, mala comunicación con los medios y nula posibilidad de improvisación con la pandemia? ¿Por qué no contar con el apoyo de recursos económicos, opciones de asociatividad con otros ministerios para la coordinación de ayuda, posibilidad de adaptar los estatutos que amarran la figura de administración económica del ministerio? El rol de la ministra ha quedado supeditado a ser una vocera más de los mensajes que da el presidente, repitiendo frases por Twitter y articulando frases desalentadoras para los artistas chilenos.

Las intervenciones en la famosa comisión de Hacienda y Cultura esta semana es un magro ejemplo de la caja de plomo en la que está encerrada. La frase "Se hace lo que se puede con lo que se tiene" no le hace honor a ella, a su cargo y menos, a la gran cantidad de creadores condenados a sobrevivir a una miseria indigna.


            Ministra de Cultura, Sra. Consuelo Valdés Chádwick

Es este ejemplo del mal trato que realiza el gobierno un precedente de lo que ha sido el funcionamiento comunicacional hacia el mundo de la cultura, vomitado exponencialmente a otras áreas con sus representantes administrativos hacia el país. Ministros que se dedican a desdecir las absurdas acciones del presidente, a omitir respuestas a preguntas de contingencia, a entregar lugares comunes como argumentos para las diferentes decisiones de control del Covid-19 que parecieran sacadas de alguna obra de Moliere o de Beckett. Absolutamente lejos de esa imagen que han querido vender respecto a que quienes ostentan esos cargos públicos pueden trabajar con el apoyo del gobernante. Y dentro de este sketch de Mediomundo (Programa humorístico de la década del ochenta en Canal 13, estimado centenial) en donde Andrés Rillón se luciría en un unipersonal interpretando a cualquier personaje de esta fauna de discusiones ionescas, con tantas muertes que podrían haberse evitado, la figura de la Ministra Valdés aparece entre las más expuestas y atacadas. Y con justa razón.

Para conseguir fondos de emergencia, a los creadores nacionales se les ha hecho competir. El dinero le llegará al más capacitado, quizás no al más necesitado. Recursos que este año estaban destinados a proyectos con financiamiento regional por parte de las gobernaciones fueron suspendidos. La sumatoria de decisiones burocráticas al que se ha sometido al mundo de la cultura es aberrante.

Es, entonces, la reflexión de que no basta solo con decir que una administración será "De los gerentes" o "De los mejores". No tiene sentido poner personas con tantas capacidades en un cargo si sus propuestas u opiniones respecto a su conocimiento serán rechazadas para seguirle el amén al patrón de fundo en el segundo piso de La Moneda. Esa vejación es intelectual, emocional y gratuita, ya que la lógica de pensar que ese tipo de funcionamiento jerárquico se justifica porque "para eso le pagan" no tiene ninguna coherencia con lo que debiese ser un punto de vista de política de altura, seria y con responsabilidad social.

Hubiese sido interesante y aportativo haber visto a la ministra desenvolviéndose con libertades de decisión, ejecutando acciones reales de apoyo a los diferentes gremios de creadores nacionales. Pero ese tiempo ya pasó. Su fracaso, que es el fracaso del gobierno, es el hambre y desamparo de los creadores a lo largo del país. 

Solo queda morir. 

Dormir.
Tal vez soñar.








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